lunes, 5 de mayo de 2008

Recuerda

A veces olvidas qué es lo que te hace sentir bien.

En algunas ocasiones te acostumbras tanto a tener que sortear problemas y situaciones engorrosas que dejas de lado aquello que te hace disfrutar el momento.

No sé qué procesos químicos se den en el cerebro... pero recuerda las primeras veces que veías a la chica que te gustaba en la escuela. Y las primeras que salieron juntos. Recuerda la sensación de ir las primeras veces a su casa... de cómo tratabas de visualizarte aprendiéndote el camino y con ella tomada de tu mano.

Ahora te tengo otra situación: recuerda la primera vez que te sentiste entre amigos. Cuando estuviste con otras personas que compartieron el momento contigo sin necesidad de que les demostraras otra cosa más que a tí mismo. Sin poses. Sin competencias. Sin envidias. Sin resentimientos.

Un buen amigo (al que sólo mencionaré como Sr. López) solía decir: "No cabe duda, la vida es dura... y hay que rifarse". Nada más cierto... el paso de los días, los despertares y las andanzas que tenemos a diario son de lo más abrumador y pernicioso que nos podamos encontrar... si nosotros mismos lo permitimos. No voy a escribir un rollo estilo "supérate a tí mismo", "sonríe y la fuerza estará contigo" o cosa parecida. Lo que si es muy cierto es que cada quien decide cóme le va en la feria... o al menos sabrá cómo pasársela ahí.

Las experiencias que comentaba al principio son ejemplos de cómo se la pasa uno bien en la vida, o en la feria... Son parte de nuestra zona de seguridad que nos hace sentir bien. Y quizá sea mucho más allá de estas experiencias... hay publicidad que nos empuja al consumismo diciéndonos que no hay nada mejor que el olor a nuevo... cosa muy cierta, eso es incuestionable, pero que de alguna manera nos genera un bienestar, al menos mientras conserva su cualidad de "nuevo".

Las eventualidades, los pormenores y los accidentes suceden a diario. La vida no está escrita y realmente muy poco de ella está bajo nuestro control. Pero eso mismo es lo que la hace atractiva para vivirla.

Hay quien dice que los viejos tiempos fueron mejores y viven el pasado recordándolos y sufriendo su presente por añorar lo que ya se fue. Esa, en mi opinión, no es la función de los recuerdos. Los recuerdos nos deben ayudar a buscar mejorar la sensación de bienestar que tuvimos alguna vez (la nueva novia, la camaradería juvenil, el olor a nuevo...), o a reafirmarnos ante nuestros propios ojos quiénes somos.

A veces un perfume, una canción, un sonido o una calle nos dispara un recuerdo. Nos transporta a un momento en específico que gozamos tanto, que el simple hecho de hacerlo nos hace sonreir. Eso es lo más genial que hay en recordar.

Creo que todas las sonrisas, besos y abrazos, y en general todas las buenas sensaciones que hemos experimentado en nuestra vida son lo que realmente es nuestro. En la mayoría de las veces, en esas experiencias participa alguien más. A veces no nos basta recordar solos, a veces es mejor convocar a nuestro viejo cómplice para rememorar juntos las viejas andanzas. Y quizás generar algunas nuevas... mejores e irrepetibles.

Una de las misiones que deberíamos de tener como seres humanos es generar experiencias y sensaciones placenteras con nuestro entorno y nuestros semejantes a diario. De esta manera, cuando la vida se ponga difícil, nuestro panorama será de cualquier color menos negro. Sin importar lo difícil del trance o la perversidad de la que somos objeto por parte de nuestro némesis en turno.

Vive para recordar y recuerda vivir cada momento de manera placentera. Ese es quizá una de las opciones para poder ser feliz en la vida.

Hay que mirar hacia atrás y considerar a las personas que nos hicieron felices, o al menos pasar un buen rato, en el pasado. Si están vivos, mejor que mejor. Entonces hay que darnos un tiempo para contactarlos y agradecerles el momento. Nuevamente, perdonen la obstinación, generando un momento digno de no pasar desapercibido. No hay que olvidar a los generadores de recuerdos felices más experimentados que tenemos: nuestros padres. Y nuestros hermanos... y nuestros parientes y amigos.

A veces cuando estamos atorados por la mañana en un embotellamiento, con el reloj volando los minutos y los metros estancados en los hules del automóvil (sin mencionar la falta de sentido común, gentileza y pericia de algunos conductores), es fácil que uno comience a experimentar fastidio, o cansancio, o ambos... en esos casos lo que hago es recordar una canción que me ponga de buenas y me pongo a cantar a todo pulmón. Por lo regular la rola que suelo berrear está anclada a algún recuerdo agradable, por lo que la experiencia se vuelve mucho más valiosa.

Actualmente lo que recuerdo constantemente es el hecho de que soy papá. Eso es lo suficientemente fuerte para mantenerme alegre y animado por el resto del día. Además la protagonista de la mayor parte de mis recuerdos felices vive actualmente conmigo y es la fabulosa madre de mi bebé: Mi esposa. Con ella he generado innumerables recuerdos inolvidables e irrepetibles, que a su vez originan nuevos recuerdos felices.

Es cierto, no todo es miel sobre hojuelas. Pero es más placentero conservar los bellos recuerdos que los malos.Tanto unos como los otros son experiencia y aprendizaje. No cabe duda que me he vuelto todo un hedonista.

Recuerda.

Vuelve a vivir tu momento más feliz y reexperiméntalo.

Recuerda.

Y nunca te olvidarás de tí mismo, ni quién eres.

Recuerda y vive.

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En las fauces de una fiera llamada vida...

La vida es una vieja gorda que juega damas chinas con la muerte, bebe cocteles exóticos y deja que la muerte le meta la mano debajo del vestido. No es lisonjera ni condescendiente, se burla de nosotros y nos rige bajo las leyes de un tal Murphy.

En fin, ésta pretende ser la crónica del deambular de un ente por los rollos de grasa de la gran vieja gorda. A veces con paseos por sus fauces amén de ser masticados como carne corriosa y deglutidos como un bocado suculento... Con tal de no terminar siendo parte de sus flatulencias musicales...

Sean bienvenidos a este bufete, donde todos compartimos lugar en la mesa, sin que necesariamente estemos sentados a disfrutar de él...

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