lunes, 19 de mayo de 2008

La inmutabilidad de la vida ante los hechos aleatorios...

En esta ocasión intentaré tomar a manera de Virgilio al maestro Joaquín Sabina.

Hoy dice el periódico
que ha muerto una mujer que conocí,
que ha perdido en su campo el Atleti
y que ha amanecido nevando en París.
Que han pillado un alijo de coca,
que a Piscis y a Acuario
les toca el vinagre y la hiel.
Que aprobó el Parlamento Europeo
una ley a favor de abolir el deseo
que falló la vacuna anti SIDA,
que un golpe de estado ha triunfado en la luna
y movidas así.
Pero nada decía la prensa de hoy de esta sucia pasión,
de este lunes marrón
del obsceno sabor a cubata de ron de tu piel,
del olor a colonia barata del amanecer.
Hoy amor, como siempre
el diario no hablaba de ti, ni de mí.
Hoy amor, igual que ayer, como siempre
el diario no hablaba de ti, ni de mí.
Hoy dijo la radio
que han hallado muerto al niño que yo fui
que han pagado un pasote de pelas
por una acuarela falsa de Dalí.
Que ha caído la bolsa en el cielo,
que siguen las putas en huelga de celo en Moscú.
Que subió la marea,
que fusilan mañana a Jesús de Judea,
que creció el agujero de ozono,
que el hombre de hoy es el padre del mono del año 2000.
Pero nada decía el programa de hoy de este eclipse de mar,
de este salto mortal,
de tu voz tiritando en la cinta del contestador,
de la manchas que deja el olvido a través del colchón.
Hoy amor, como siempre
el diario no hablaba de ti, ni de mí.
Hoy amor, igual que ayer,
como siempre el diario no hablaba de ti,
ni de mí.

Como bien resalta en la letra de esta magnífica rola del señor Sabina. A nadie le importa un soberano pito lo que sucede en nuestra existencia más que a nosotros mismos. Cada que quiero hacer un berrinche por algo que no me ha salido bien, me basta con mirar a mi hijo cuando llora porque aún no se le ha alimentado: es el retrato mismo de la vida que avanza y le vale madres esperarse. Y la neta no es una queja sobre la paternidad, muy al contrario, esa es la bendición de contar con una de las tantas lecciones diarias que me dará mi hijo a lo largo de mi existencia. La vida y el tiempo (¡oh gran asesino que nos consume poco a poco y en la mayor de las ocasiones sin que nos demos cuenta!) son ese pistón binario y diáfano que Dios nos ha puesto para colapsarnos en nuestra propia estulticia. La vida se presenta ante nosotros tal cual viene, el tiempo nos consume en nuestra contemplación de la misma y nos obliga a participar con ella en esta danza macabra que alguna vez dará a conclusión con nuestra propia muerte.

Cada quien puede disponer como le venga en gana la forma en la cual participa de esa danza macabra y mítica. Algunos quizá estemos sentados, mirando cómo los demás se divierten mientras nos embriagamos en nuestras propias conjeturas y disertaciones de cómo suponemos que debe de ser la vida. Otros, simplemente. la vivimos como va. Sin reglas ni sermones, sin gritos ni sombrerazos, dándonos en la madre hasta quedar satisfechos por haber dejado alguna huella de nuestro paso por este camino tan recto o sinuoso como a nosotros nos plazca. Algunos otros planeamos, preveemos, cotejamos, checamos cada paso que queremos dar y quedamos como idiotas al ser sorprendidos por la creatividad que nos muestra la vida para decirnos que planificarla sirve para pura madre. Planificar la vida es como querer enseñarle el alfabeto a una mula. quizá la condicionemos ante ciertos estímulos, pero jamás podremos contrarrestar el instinto.

La vida es un caos en continuo movimiento, y tal condición la define como inmutable. Es inmutable porque su cambio es constante. Desde siempre. Es inmutable porque no se repite a sí misma. Nosotros somos los meros accidentes que le transitamos por las vías que otros se han empeñado en enseñarnos. Nosotros somos los hechos aleatorios que han sido considerados como las variables de una gran ecuación que es esta vida. Y a pesar de esta condición de variabilidad, somos tan absolutos como un número. O una condicionante. Y la vida va mucho más allá de eso:
La vida es vida con humanitos cagados como nosotros o sin nosotros. Es impredecible y segura a la vez. Es el oximorón perfecto. Y nosotros nos empeñamos en abarcarla y en capturarla en libros, crónicas, pensamientos, especulaciones... y en general, en cualquier manifestación, tangible o no de nuestro pensamiento.

Cuando la vida se da cuenta de ello, se caga de risa de nuestra ridiculez y nos pinta un soberano dedo. A ella no le importa si hay o no recursos para comprar tal o cual satisfactor, simplemente permite que existan las necesidades y los objetos que las aplacan. Tampoco le importa si hay opresores y oprimidos, pobres o ricos, amados o amantes, tú o yo... o nosotros. A la vida sólo le importa suceder. Pasar. Ser. No le interesa significar o destacarse.

La vida es ahora. Y se diluye mientras lees estas líneas... mientras piensas en lo que más te molesta o en lo que más amas. Y el tiempo es su veneno más efectivo.

La vida sólo es la pequeña brecha que hay para llegar a la muerte. Y al llegar al final, ya nada de lo que se haya recorrido quizá importe.

Como dijo John Lennon: La vida es lo que sucede mientras tú la planificas.

Vive.

Experimenta.

Cágala.

Ahora.

Abur.

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En las fauces de una fiera llamada vida...

La vida es una vieja gorda que juega damas chinas con la muerte, bebe cocteles exóticos y deja que la muerte le meta la mano debajo del vestido. No es lisonjera ni condescendiente, se burla de nosotros y nos rige bajo las leyes de un tal Murphy.

En fin, ésta pretende ser la crónica del deambular de un ente por los rollos de grasa de la gran vieja gorda. A veces con paseos por sus fauces amén de ser masticados como carne corriosa y deglutidos como un bocado suculento... Con tal de no terminar siendo parte de sus flatulencias musicales...

Sean bienvenidos a este bufete, donde todos compartimos lugar en la mesa, sin que necesariamente estemos sentados a disfrutar de él...

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