jueves, 15 de mayo de 2008

Apología del Valemadrismo

Durante 12 años estuve en la misma escuela, de acuerdo a mi historia oficial, desde la primaria hasta terminar la prepa.

Era una escuela salesiana, - actualmente quizá eso no signifique mucho, pero de 1980 a 1991 eso significaba vivir con limitantes morales y conductuales, de lo contrario la ira mortal de un dios omnipotente y ominoso, que ante todo te ama (siempre y cuando te inclines y le muestres las nalgas para que te ensarte cual banderilla), se cernirá sobre tí y, después de hacerte la vida miserable en la tierra, te corre, te coje y te veta (citando a la molocha) mandándote al averno por toda tu existencia espiritual - con un sistema educativo condimentado y concebido en la mera cepa católica (donde el manejo de la culpa para el control de los feligreses está a la orden del día y donde cada celebración de logros obtenidos era visto como un acto de engreimiento, vanidad y soberbia...), eso implicaba vivir bajo muchas reglas y dogmatismos ideorreligiosos que, aún a la fecha, me encuentro escondidos en algunos recovecos de mi personalidad, algo así como el cochambre necio que no quiere salir después de varias talladas. Quiero aclarar algo: mi personalidad rebelde y cabrona siempre se ha manifestado, prueba de ello, fueron las incontables ocasiones en que estuvieron a punto de correrme por reaccionario y por cuestionar al sistema educativo (no laico) que imperaba en el lugar. Creo que la mayoría de mis fricciones con la autoridad, por aquél entonces, no se debía a otra cosa que a la formación de muy particular criterio.

Lo que es innegable es que el estilo de formación punitivo-dogmatizador que recibí de aquéllas buenas personas, al final hizo un poco de mella en mí (Ojo: no estoy justificando ninguna de mis cagadas en la vida, de ellas no hay más responsable que yo mismo). Me hicieron analizar todas las posibilidades de actuar de tal o cual manera, considerando las ramificaciones posibles y consecuencias posteriores del acto en sí. Para ser más claro: si vieron la película NEXT con Nicolas Cage, mis consideraciones eran algo parecido a lo que hacía él para prospectar el futuro, pero sin efectos especiales ni desdoblamientos temporales posibles, sólo argumentos, especulaciones y chaqueteos mentales conforman mis prospecciones de derivaciones potenciales. Lo cual en un momento decisivo determinante te llena más de dudas que lo que te abre el abanico de alternativas. Y hay ocasiones que de tanto pensarle... termino por tomar la peor opción, o al menos no la idónea.

Es en esos momentos donde valoro el tan desvirtuado valemadrismo. Las virtudes del valemadrismo son legión y sólo por mencionar algunas:

• No considera consecuencias.
• Por lo mismo, no genera culpas.
• Disfruta del momento, sin importar si es correcto o no.
• No considera miedos, y si lo hace, los vence.
• No conoce de reglas ni de responsabilidades. Y si considera alguna regla, sólo lo hace para pasársela por el arco del triunfo.
• Es espontáneo.


Ante ese bagaje cultural y moral, el valemadrismo funciona como un contraveneno. Nos erradica el miedo a hacer las cosas, y en ocasiones ese miedo viene de las propias limitantes con las que te van educando a lo largo de tu vida, te ayuda a dejar a un lado esas limitantes y precisamente te ayuda a ver con claridad un espectro más amplio de posibilidades... más no de consecuencias.

Esas limitantes, adquiridas o auto impuestas por dogmatización previa, provocan que uno tarde en tomar decisiones propias. Tardan más en cuajar las decisiones propias que las impuestas, siempre nos costará más hacer una decisión con propuesta que simplemente decir si o no ante lo que nos ofrecen.

En ocasiones el valemadrismo es manifestación de valentía, entendida como victoria ante los propios miedos y dudas. Una decisión acompañada de un “¡chingue su madre, en caliente ni se siente!” siempre será más satisfactoria para el que la tomó, haya sido o no correcta. Como dicen en mi pueblo: “¡Pa’qué tanto brinco estando el suelo tan parejo!”.

Así que… no hay que ser tan absolutos en la vida… sólo hay que disfrutarla y sortearla como venga. Estoy de acuerdo en que hay que prevenir ciertas desavenencias pero en general, un día puedes levantarte y sentirte bien y la gozas rico durante toda la jornada y, al otro, igual y te levantas todo depre y todo te apesta y te caga… puedes tener un problema y dejar que te ahogue, o bien, valerte madres, tomarlo con calma, y hasta con cierto cachondeo, y tenga o no solución, lo superarás rápido… aunque a veces, no en todos los casos hay que tocar fondo para ello… Aún así… si llevas un lastre cultural, educativo y de convicción que no te permita tomar las decisiones que tú quieras (que no forzosamente las correctas)... si decides que te valga madres, te deshaces de la carga...

El valemadrismo es en sí una actitud ante la vida… es la ligereza llevada con inteligencia. A final de cuentas, en la vida sólo la muerte te estremece de tal forma que no te modifica, te cambia por completo… y no deberíamos vivir nuestra vida tan abatidos por nuestra carga de problemas o pedos existenciales, por eso deberíamos de vivir cada día como si fuera el último…

Así que valiéndonos una absoluta madre, vamos a disfrutar de esta vidita nuestra que sólo tenemos un chance pa’ cagarla…

Y si vamos a hacerlo… hagámoslo en grande. Valiéndonos madre... ¡pos qué!

Abur.

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En las fauces de una fiera llamada vida...

La vida es una vieja gorda que juega damas chinas con la muerte, bebe cocteles exóticos y deja que la muerte le meta la mano debajo del vestido. No es lisonjera ni condescendiente, se burla de nosotros y nos rige bajo las leyes de un tal Murphy.

En fin, ésta pretende ser la crónica del deambular de un ente por los rollos de grasa de la gran vieja gorda. A veces con paseos por sus fauces amén de ser masticados como carne corriosa y deglutidos como un bocado suculento... Con tal de no terminar siendo parte de sus flatulencias musicales...

Sean bienvenidos a este bufete, donde todos compartimos lugar en la mesa, sin que necesariamente estemos sentados a disfrutar de él...

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