miércoles, 14 de mayo de 2008

La ira

Ayer hablaba sobre el Killing Mood. Y quizá sea un tema al le faltaron muchos aspectos a tratar. Creo que uno de ellos es la ira ciega. Esa ira que hace que lo veas todo rojo y que te hace crecer como un monstruoso Hulk ante los ojos de tus familiares y amigos. Esa ira loca que te nubla la mente y sólo se transforma en maldiciones y malos modos y maltratos hacia tus seres amados sin que tú mismo te des cuenta de lo que estás ocasionando hasta que tiempo después se diluye casi tan rápido como empezó.


Esa misma ira es la que hace que explotes enmedio del tráfico, creyendo que tu grito de bestia salvaje va a ser escondido entre el ruido de las bocinas, las dicusiones y de todo aquellos que te rodea. Pero no es así, en el preciso momento, en el cual el mundo decide quedarse por un segundo callado, tu grito, tu ira sónica queda exhibida.

La ira, que al marcharse deja una estela de vergüenza en tu rostro y un cargo de consciencia tan pesado como una cruda moral. Esa misma cruda toma la forma de tu Killing Mood y hace que sientas que tu torrente sanguíneo se espesa tanto que luces y destellos se hacen notar en tu visión y una opresión en el pecho y la dificultad para respirar te aterrizan los pies de putazo. O te calmas o te da un pendejo ataque por pinche berrinchudo.

Obvio es que la calma no trae la tranquilidad, más bien es un mecanismo de defensa de tu propio cuerpo para que no quedes hecho mierda en la defensa del wey que va adelante de tí en el tránsito maravilloso del periférico. A nadie le ha resultado sano tener un ataque así a 120 km/hr, y ni creas que por tratarse de ti la divina trinidad te va a proteger de que te conviertas en una mancha feliz en las nalgas de otro.

La ira no es tan buena consejera. Es un maldito cuervo que te arranca los ojos y que va por tu corazón. Seamos francos, cuando estamos encabronados no somos selectivos y cargamos con todo y con todos. Hay que tener cuidado... no todo el mundo es susceptible de ser pendejeado por nuestros arranques. Y a veces hacemos más daño con un gesto, con una palabra o una actitud que con un madrazo bien dado.

Y como diría un compa de la Universidad: "¡ay si tú...! ¡ira, ira, iraaaaaa..."
Abur.

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En las fauces de una fiera llamada vida...

La vida es una vieja gorda que juega damas chinas con la muerte, bebe cocteles exóticos y deja que la muerte le meta la mano debajo del vestido. No es lisonjera ni condescendiente, se burla de nosotros y nos rige bajo las leyes de un tal Murphy.

En fin, ésta pretende ser la crónica del deambular de un ente por los rollos de grasa de la gran vieja gorda. A veces con paseos por sus fauces amén de ser masticados como carne corriosa y deglutidos como un bocado suculento... Con tal de no terminar siendo parte de sus flatulencias musicales...

Sean bienvenidos a este bufete, donde todos compartimos lugar en la mesa, sin que necesariamente estemos sentados a disfrutar de él...

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