lunes, 5 de mayo de 2008

Desvariando un poco

Ya tenía un buen rato que quería poner un post que hablara de las cosas de la vida diaria.

Originalmente, cuando tuve esta idea, me pensaba quejar del tráfico en la Ciudad de México, y más que eso, de los conductores mexicanos que transitan en las venas de esta urbe. - Como que ya estoy comenzando a agarrar calor- Y es que hay cada individuo se crea su propio carril, o peor aún, que se inventa su propio límite de velocidad, y en una vía de 110 km/hr se les ocurre ir a cuarenta. O cómo olvidar a los divinos camioneros que sólo te echan la caja y todo el armatroste encima sin decir agua va. Y es que vivir a un lado de una vía rápida es un gran relajo. Una sóla vía me comunica con el resto de la ciudad, pero si toman en cuenta que esta vía también es la salida a Querétaro, ya se imaginarán que mis recorridos diarios del trabajo a casa son como una salida de vacaciones pero sin las vacaciones y con los congestionamientos. Es en verdad un duelo de voluntades eso de manejar en las arterias de esta ciudad. Por lo regular tenemos a varias personas que compiten y se imponen las unas a las otras por ocupar el mismo momentum espacial simultáneamente. Eso, claro está, es una verdadera paradoja cuántica. Pongamos el siguiente caso: nuestro amable señor, digamos que X, transita alegre y tranquilamente por un tramo de vía rápida que, después de 40 minutos para recorrer cinco metros, por fin se ha despejado. Nuestro Señor X se dispone a acelerar y a cambiar a tercera para poder tomar vuelo y llegar a la tan anhelada cuarta. Pero... ¡oh por Dios!... Una excelsa Señora Y, se ha atrevido a querer tomar la posición del Señor X, quien haciendo gala de educación y buenas maneras, vuelve a acelerar para evitar que la intrusa en cuestión usurpe su momentum espacial. La voluntad de X contra la voluntad oportunista de Y. Lo más curioso del asunto es que ambos se acercan al siguiente cuello de botella que les quitará otros 30 minutos de vida para poder ser superado. X contra Y en un duelo de voluntades. X contra Y aventándose la lata, y al mismo tiempo evitando salir con algún rayón o recargonsito en el proceso. Uno acelera con malevolencia, mientras la otra fija su mirada en el momentum espacial deseado y finje no ver a su adversario, como si finjir demencia y poner cara de maldito de película de charros fuera suficiente para desaparecer al contrincante de la meta deseada. La tensión sube entre los dos, mientras un amasijo de voluntades semejantes se acercan y se arremolinan para juntarse de manera abyecta en ese embudo que ha de cerrar cuatro carriles en sólo dos. Al final no importa quién gane, invariablemente las frases "¡Hij@ de tu $%&*¨!" y " ¡Me la pelaste, wey!" aparecerán alternadamente en los labios de cada uno, dependiendo claro, de quién llegó primero y quién se tuvo que enfrenar para no recibir un golpe en su vehículo. Porque lo de menos es la abolladura, el problema sería entonces orillarse, ante la claxoniza del comprensivo y respetable flujo vehicular, el intercambio de deslindamientos de culpa, quizá algún trueque disimulado de mentadas de madre, para pasar a la exquisita fase de llamar al seguro y esperar a que lleguen a auxiliarlos. En este inter, es clásico que llegue algún elemento del cuerpo oficial de policía de tránsito para ver qué provecho le saca a la falta de pericia de algunas de las voluntades en jaque. Total, que este reto de voluntades, si no se sabe llevar con cierta habilidad, puede representar un pérdida de tiempo tremenda. Y todo, porque los conductores de esta gran ciudad no tenemos ni una sola pizca de educación. Creemos que por tener el derecho divino de pagar una tenencia y conducir un vehículo, podemos pasar por encima de los demás en aras de nuestro propio egoísmo y orgullo.

Hay otros caso parecidos, como el clásico conductor que al notar una luz intermitente de algún otro compatriota que le solicita su venia para poder ocupar su carril, de inmediato acelera e impide el paso del solicitante. Algunos conductores interpretan las luces direccionales de los demás como "por favor no me dejes pasar", e inmediato y solícitamente se avocan a cumplir con su interpretación. Por el contrario, están aquellos conductores que nunca superaron la etapa del Pole Position de su Atari 2800 y conducen cambiándose de carril como si por cada automóvil que pasaran se les otorgara una cantidad de puntos y como si por cada semáforo en amarillo que se pasen les dieran la renovación de los 30 segundos que necesitan para llegar a la siguiente meta. Yo sé que todos tenemos prisa en una megaciudad como ésta, pero esa no es justificación para que los conductores nos pasemos de listos con los demás al momento de transportarnos.

Lo más cómico del asunto es que cuando terminan hechos cagada, en algun muro de contención o como tapete de las democráticas llantas de un trailer o embarrados contra algún pobre semejante, los que aún sobreviven levantan la mirada en un gesto patético hacia el cielo y exclaman: "¿Por qué a mí?"

El hecho es que en México, poca gente tiene educación al conducir y son los menos los que se saben conducir al conducir. Todo en aras de la prisa y de la estupidez. Y conste que no estoy hablando de reglamentos de tránsito ni mucho menos. Simplemente digo que al conducir, se nos olvida que tenemos la responsabilidad de tener nuestra vida y la de los demás dependiendo de la coordinación de nuestros ojos, pies y manos. Por no mencionar al sentido común.

Me puedo seguir quejando del conductor promedio, y quizá hasta resulte cansado de leer por estar enfatizando la boñiga que opera en vez e cerebro en la mayoría de nuestros conciudadanos pero con lo que he externado hasta el momento me basta.

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En las fauces de una fiera llamada vida...

La vida es una vieja gorda que juega damas chinas con la muerte, bebe cocteles exóticos y deja que la muerte le meta la mano debajo del vestido. No es lisonjera ni condescendiente, se burla de nosotros y nos rige bajo las leyes de un tal Murphy.

En fin, ésta pretende ser la crónica del deambular de un ente por los rollos de grasa de la gran vieja gorda. A veces con paseos por sus fauces amén de ser masticados como carne corriosa y deglutidos como un bocado suculento... Con tal de no terminar siendo parte de sus flatulencias musicales...

Sean bienvenidos a este bufete, donde todos compartimos lugar en la mesa, sin que necesariamente estemos sentados a disfrutar de él...

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