domingo, 8 de junio de 2008

De la mejores cosas de la vida...

A veces estamos tan absorbidos por la rutina, el trabajo, los pagos, las noticias, quesque el petróleo ya no es nuestro si le metemos inversión extranjera, (chingao, ¿por qué no se dejan de mamadas de que el petróleo es de todos si bien sabemos que sólo los cuello blanco han podido obtener ganancias a costa de él?) que si se acaba el seguro de tu carro y hay que renovarlo, que nos quedamos sin trabajo y tras varios años de servicial esclavitud, sólo nos dan una patada en la cola y nos tratan peor que a terroristas confesos, que si sí, que si nó... en fin... entre tanto desmadre que conforma nuestras vidas... comenzamos a fantasear con un tiempo de relajación en una alberca cercana a una playa donde nos sirven unos tragos coquetos (supongo que son coquetos porque traen sombrillitas multicolores) y el sol nos matiza de colores fenomenales un ocaso pocamadre, mientras disfrutamos de un servicio de lujo (mismo que en cuanto veamos la cuenta de lo que cuesta, de inmediato nos sentiremos peor por haber gastado tal cantidad de plata en un simple capricho), o nos imaginamos un fin de semana cachorrón con nuestra pareja en una cabaña mega lujosa en los alpes suizos mientras hacemos cochinadas en la nieve y disfrutamos de una copita de vino de la lujuria a la luz de una hoguera fenomenal cual video mamonezco de Luis Miguel... o bien, nos vemos paseando por todo el mundo como estrellas de rock en gira mundial, o teniendo una horda de esclav@s sexuales atendiendo nuestros más perversos deseos, y la lista es larga... muy pendejamente larga...


Vivimos en un mundo regido por los medios y por la cultura del deseo y el consumismo (y no me refiero al "con su mismo pantalón, con su mismo suéter, con su misma vieja" y demás), quizá exista alguien entre nuestros lectores (ja, ja, ja, ja... pendejo de mí como si hubiera un chingo a los que les interesara leer estas mamadas... ja, ja, ja, ja...) que tal vez piense que soy un estúpido perdedor ardilla que jamás se ha dado un gustito en la vida y me diga que él (o ella) sí ha vivido la vida como se le ha pegado su regalada gana. Y no dudo que en verdad existan personas así... ¡qué bueno!... existen personas acostumbradas a querer tirarse un pedo en líbano y al siguiente fin de semana están rociando en territorio libanés sendos gases mortales cual escape de camión de transporte público troncal del estado de México. Hay quienes nunca se quedan con ganas de nada, tienen todo lo mejor que la vida les puede ofrecer... bueno, siempre y cuando lo puedan pagar con Mastercard o con VISA... mientras tanto, habemos quienes nos partimos la madre a diario bajo el yugo de quienes se valen de nuestro trabajo para darse esos gustos...


Lo más cagado del asunto es que me ha tocado platicar con aquellas personas que viven esa vida que sólo en nuestras más pachecas fantasías nos podemos dar... y cuál es mi sorpresa que pienso que se la viven felices y demás y lo que me vengo a encontrar es un gran vacío... una continua aburrición y cansancio por seguir vivos... tienen la ilusión automática de comprarse el teléfono móvil de moda antes de que lo haga su mejor cuate y así lo pueda mamonear mientras sale un modelo mejor... pero de ahí no pasa... son como un gran hoyo negro que absorbe, que traga, que pide, que exige, que clama por atención, pero que no es capaz de dar nada a cambio...


Viven una vida de ensueño pero están aburridos... insatisfechos... vacíos al final del día...


A través de la magia de internet he sabido de quienes llevan una existencia fenomenal, no se preocupan de cuánto van a gastar por tener una fiesta en Tenerife, o visitar un fin de semana el Mar Muerto y arrojarle un Red Bull para ver si revive tantito, o se toman una foto en una playa distinta cada semana, o bien nos muestran sus sonrisas cansadas en una calle maravillosa de París o de Praga, o bien nos cuentan lo cagado que fue que los regañaran por sacarse una foto con flash en plena ceremonia de un recinto sagrado, o una y mil más experiencias monas que tuvieron en su deambular a través del mundo.


Y cuando los tienes enfrente y les preguntas cómo se sienten al respecto y qué es lo que van a hacer el resto de sus vidas, te miran como si fueran unas pobres almas indefensas y sus ojos cristalinos cual mascota rechazada en el hospicio canino por el niño entusiasta y te responden: "No sé", "He pasado por tres intentos de darle un rumbo a mi vida y aún no me hallo"... "hoy cuando me desperté sólo me dieron ganas de morirme y me deprimí"...


¿Y la vida de ensueño? ¿Y la actitud cool con la que salen en las fotos en su gira mundial dónde se quedó? Seguramente se fue en algún punto a la mierda. Lo peor del asunto es que esperan que les tengas tanta lástima y tanta compasión como si tus propias preocupaciones sólo fueran una mamada ante el inmenso dolor que sufren.


Ése es el síntoma muy común de quienes se saturan de la vida hasta exprimirle su último significado. Es propio de las personas que están acostumbradas a que les sirvan y que no valoran el esfuerzo que implica conseguir un sueño o un anhelo. Es la otra cara de las historias de quien sólo conoce el éxito... el éxito de tener un padre con relaciones de poder y con dinero... el éxito de tener una tarjeta adicional a la que le puedan sumar cuentas y más cuentas sin siquiera preocuparse por pagarlas... el éxito de vivir a costa de las prerrogativas que les da la empresa por estar en un puesto ejecutivo... el éxito de vivir a costa de los pendejos... (sean tus padres, amigos, empleados, y anexos...)


No sé si se deba a una extraña ley de Murphy acerca de la compensación universal... no sé... quizá la relación entre disfrutar de un bien o servicio sea inversamente proporcional al esfuerzo implicado para obtenerlo... o sea mero Karma...


En algunos casos el camino se vuelve más interesante que el destino. En otras ocasiones se disfruta tanto uno como el otro... y quizá lo que para algunos sea una gran experiencia, para otros sea una mera mamada...

Lo cierto es que, en general, se nos ha olvidado disfrutar de la vida en sí. Se nos ha olvidado lo maravilloso que es despertar día con día... lo genial que es tener quien nos ame y a quien amar, lo bello que es llegar a casa con la tranquilidad y la seguridad de encontrar a tus seres amados esperándote... Yo conozco a muchas personas que son una bala en la oficina y que al llegar a casa se encuentran con una pared y una habitación vacías. Sólo les responde el eco. Y no digo que eso sea lo malo... la cuestión aquí es que sean capaces de soportarlo y de apreciarlo... y de aceptarlo.

Nos amargamos porque no pudimos acudir al estreno de la temporada, o porque nuestro presupuesto sólo nos alcanzó para que llegáramos a Tepetongo en lugar de Maui, en fin, ponga usted amable lector la razón más común y pendeja que se le pueda ocurrir o bien, sea sincero y exponga aquí su discapacidad para disfrutar lo que la vida le da...

Ahora que soy esposo y padre, me he dado cuenta que las mejores cosas de la vida son muy bastas y gratuitas: no he podido quizá darme las vacaciones que creo merecerme, pero he encontrado mucha paz y tranquilidad en un abrazo de mi esposa, o en observar la tranquilidad con la que se duerme mi hijo... he visto sus caritas sonrientes con esa alegría exclusivamente dirigida hacia a mí, generándome una sensación tan hermosa que ningún paraíso "viaipiezco" podrían producirme en ocasión alguna. No he encontrado mejor espectáculo que mirar a los miembros de mi familia jugar e interactuar con Mateo, mi hijo. Sus caras de felicidad al cargarlo, al recibir sus babeadas, sus sonrisas... al verse reflejados en esa mirada maravillosa y misteriosa que sólo un bebé puede tener.

Y antes de eso... antes de ser padre... incluso esposo... es maravillosa la sensación de despertarse y saberse amado... aceptado... acogido por un alma afín a la tuya... escuchar una canción que te ponga de buenas en el tráfico... mirar los tonos naranjas y ámbares con los que el sol pinta las cosas a manera de buenos días... la amabilidad del conductor del transporte público que te cede el paso... cuando te acuerdas del chiste que te contó tu cuate cuando le diste un aventón... intercambiar los saludos de los buenos días con las personas que te encuentras de camino a tu oficina... recordar el nombre del señor que tan estoicamente hace el aseo de los sanitarios y sin embargo no deja de saludarte con el tuyo, recibir la invitación a ser parte de la red de amigos de Facebook o de Hi-5 de quien ya hacía tiempo que no veías... tener esa conversación interesante con alguno de tus amigos mientras te dedicas un pequeño tiempo para distraerte de las presiones del trabajo...

Algunas cosas, las mejores quizá, las pasamos por alto... no nos damos cuenta de lo importante que es nuestra salud para disfrutar de un paseo por el parque... o que nuestra nariz aún sea capaz de disfrutar los olores de un pan recién horneado, o que nuestra condición física nos permita aún pasear y caminar largas horas tomados de la mano de la persona a quien amamos. O simplemente, poder abrazar a nuestros seres amados... y un largo e infinito etcétera...

Yo no cambiaría una gran noche de pachanga, por el divertido preámbulo de dormir a mi bebé a ritmo de la rolita de Balú (el oso del libro de la selva) por la noche. No me importa tener o no una posición de poder en mi trabajo, si al llegar a mi casa soy ignorado o no requerido.

No hay nada más reconfortante que compartir una velada de café y cigarrillos con amigos y constatar que la vida ha sido amable con ellos como lo ha sido contigo mismo...

Lo mejor de la vida no está en la exclusividad de la situación, sino en la intencionalidad y en la intensidad para disfrutarla... pasar sobre otros para disfrutar algo, no es real... no puedes pasártela bien rodeado de mierda... a menos que seas un cerdo...

Tal y como versara un jingle publicitario de un canal de televisión abierta mexicano hace más de 20 años: "Las mejores cosas de la vida... te están esperando."

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En las fauces de una fiera llamada vida...

La vida es una vieja gorda que juega damas chinas con la muerte, bebe cocteles exóticos y deja que la muerte le meta la mano debajo del vestido. No es lisonjera ni condescendiente, se burla de nosotros y nos rige bajo las leyes de un tal Murphy.

En fin, ésta pretende ser la crónica del deambular de un ente por los rollos de grasa de la gran vieja gorda. A veces con paseos por sus fauces amén de ser masticados como carne corriosa y deglutidos como un bocado suculento... Con tal de no terminar siendo parte de sus flatulencias musicales...

Sean bienvenidos a este bufete, donde todos compartimos lugar en la mesa, sin que necesariamente estemos sentados a disfrutar de él...

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