sábado, 2 de agosto de 2008

La disciplina

Es impresionante ver lo que hacen algunas personas que tienen la idea fija en algo. Y no sólo eso, tienen algo valioso que hace que cualquier talento, por mínimo que éste sea, se potencie hasta nieveles maravillosos: la disciplina.

No creo que sirva de mucho ser un virtuoso en lo que sea si no se cuenta con la disciplina necesaria para desarrollar la habilidad. La disciplina implica un sacrificio en post de un fin ulterior. Sin embargo es tan grande la oferta de placeres automáticos que nos ofrece la vida, al igual que la falta de compromiso con la causa propia, que para una mente dispersa como la mía es fácil distraerse y dejar todo a medias.

Disciplina. Bien lo decía el señor Edison, que el genio es 10% creatividad y 90% trabajo arduo, u horas nalga como yo le llamo.

Yo sé que está medio cabrón enseñarle trucos nuevos a un perro viejo. Pero creo que se puede hacer. Tendré que buscar un modo de disciplinarme para poder hacer todo lo que deseo hacer: terminar de escribir los libros de Hutush, armar un nuevo cortometraje y preparar el guión para el largometraje, producir los podcasts e iniciar la producción de nuevos demos musicales.

Últimamente he tenido una gran hambre de lectura, me gustaría no sólo estar acumulando libros cada dos meses y dejarlos a medias. O leerlos en episodios. Quiero recuperar mi viejo récord de estar leyendo al menos dos libros por mes. Me muero de ganas de poner a trabajar mi mente de nuevo. Quiero leer más y más, alimentar mi mente, ejercitarla y poner en práctica el nuevo conocimiento adquirido. Es como un estallido urgente que siento dentro de mí. Pero para ello necesito disciplina. ¡Oh primer escalón a la glorificación interna! Disciplina.

Orale pues.

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En las fauces de una fiera llamada vida...

La vida es una vieja gorda que juega damas chinas con la muerte, bebe cocteles exóticos y deja que la muerte le meta la mano debajo del vestido. No es lisonjera ni condescendiente, se burla de nosotros y nos rige bajo las leyes de un tal Murphy.

En fin, ésta pretende ser la crónica del deambular de un ente por los rollos de grasa de la gran vieja gorda. A veces con paseos por sus fauces amén de ser masticados como carne corriosa y deglutidos como un bocado suculento... Con tal de no terminar siendo parte de sus flatulencias musicales...

Sean bienvenidos a este bufete, donde todos compartimos lugar en la mesa, sin que necesariamente estemos sentados a disfrutar de él...

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