martes, 19 de agosto de 2008

El terror de enfrentarse ante la pantallita en blanco...

Como parte de mi política interna de mantenimiento de sanas relaciones intrafamiliares (desde que me casé) tomé la decisión de no tener computadora ni internet en casa. Y en una de esas casi, casi estuve a punto de quedarme sin tele y sin DVD's (por jodido no tengo cable ni sky ni nada de eso). Y es si hay algo que debo admitir es que soy un perfecto adicto a las pantallas. Puedo tener a quien sea a mi lado, pero si hay algo en la tele que me atrape, ya chingó a su madre el asunto. Así que por el bien de mis relaciones familiares con mi esposa y con mi hijo, decidí no tener computadora ni internet en casa (chale, acabo de releer este párrafo y parece que lo escribió Mojo-jojo).

Tal decisión me ha derivado en cosas tales como que se me ocurren cosas fabulantásticas para poder escribir en el blog y a la mera hora se me borra el casettín porque la inspiración me vino en pleno fin de semana. Holga aclarar que sólo laboro de lunes a jueves (esa será historia aparte), y es en mi trabajo donde le robo minutos a los tiempos muertos para poder andar en estos lares, así que de viernes a domingo me dedico enteramente a mi vida familiar.

El hecho es que esta semana me sentado frente al recuadrito blanco de la interfaz de este blog para escribir sobre la vida, la muerte, el amor, el desamor, la vida familiar, lo que se siente ser padre, y un laaaargo etcétera, pero nomás ni madres de que se me ocurra qué escribir. Uno de los primeros motivos que tuve para abrir mis blogs fue que no quería dejar nada a la deriva para poderlo plasmar en chinga de acuerdo a lo que se me viniera a la mente, pero parece que nomás pura de árabe.

En fin, este post no es para quejarme, créanme que he tratado de llevar una filosofía anti quejas en mi vida para que no se me haga una actitud negativa y recurrente ante mi vástago. Esto de ser padre parece que tiene más presión familiar que ser el mero hermano mayor en cuanto a dar el ejemplo. Y como a mí siempre me cagó que me educaran con la máxima de "haz lo que te digo, no lo que hago", pos ahora me muerdo un tompiatín y desde ya comienzo a dar los buenos ejemplos. Quizá para algunos de los lectores esto les parezca ñoño o hasta medio mamilón, pero así es como su servilleta vé la vida. Ni pedo.

Lo que si me ha sido grato es experimentar eso del microrelato. O Historias breves. En mi blog de relatos y cuentos he podido escribir algunas estampas que en sí mismas, al menos a mí, me dan una probadita de lo que puede ser todo un universo alterno. O varios.

Es difícil estar frente a la pantalla en blanco y dejar fluir las ideas al vuelo. Yo quiero que esto de la "escribidera" se me dé como algo más natural, menos preparado, o quizá más bien como algo que fluya por sí solo, pero en general es difícil. Honestamente, admiro mucho a aquellas personas que escriben y escriben con tal regularidad y con tanto background (es decir, que al menos yo sí se las compro cuando hacen la piña de que saben de lo que están hablando, o bueno, escribiendo) que en verdad da gusto seguirles la pista. A ellos les agradezco la inspiración que da su ejemplo práctico. Ya hace algunos post atrás hablaba de la disciplina y de las horas nalga.

Pues bien, sin más ni más le llego a mi planeta ya que por hoy doy por cerrada la miscelánea de ideas. Igual y en un rato regreso y me echo un buen post y no la sarta de pendejadas que estoy poniendo en este momento.

Sale pues mis estimados...

Abur.

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En las fauces de una fiera llamada vida...

La vida es una vieja gorda que juega damas chinas con la muerte, bebe cocteles exóticos y deja que la muerte le meta la mano debajo del vestido. No es lisonjera ni condescendiente, se burla de nosotros y nos rige bajo las leyes de un tal Murphy.

En fin, ésta pretende ser la crónica del deambular de un ente por los rollos de grasa de la gran vieja gorda. A veces con paseos por sus fauces amén de ser masticados como carne corriosa y deglutidos como un bocado suculento... Con tal de no terminar siendo parte de sus flatulencias musicales...

Sean bienvenidos a este bufete, donde todos compartimos lugar en la mesa, sin que necesariamente estemos sentados a disfrutar de él...

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