sábado, 12 de julio de 2008

Brave New Reality

Esta década de inicio de siglo, milenio y demás, ha consagrado en los medios una nueva tendencia a retratar la vida de lo más cruda y de lo más cínica posible.


Se acaban las actitudes ingenuas ante la vida y se sugieren situaciones que bien parecieran llevar las cosas al límite del límite o bien, que sobrepasan el valor de inverosímiles. Y al final de cuentas contienen elementos tan cotidianos y tan cercanos que logran que te escurra una gota de sudor fría por la espalda.


De repente, estamos invadidos de "héroes" culturales e íconos pop que resaltan por su carencia de valores. De alguna manera es como si los medios nos obligaran a hacer una contricción evaluativa que nos mostrara al mundo con las consecuencias de dejar volar nuestras pasiones e instintos más bajos.


De repente, me encuentro con una lista de los 7 hijos de puta más queridos de la televisión, y nos encontramos con que sobresale gente con problemas de socialización, farmacodependencias, trastornos psicológicos, comportamientos violentos y otras tantas joyitas más.


Durante las décadas pasadas, el estereotipo del hombre rudo y violento recaía en militares, policías, rebeldes, pandilleros y demás... actualmente la imagen de una persona violenta o trastornada se acerca más a la nuestra, o a la de nuestros parientes o nuestros vecinos. Los medios se han dado cuenta de que el ser humano tiene en sí mismo la semilla de su propia destrucción. Y se complacen en hacérnoslo saber. De alguna forma esto ha enriquecido los temas explotados en las series de TV, en las películas y en general en cualquier manifestación de entretenimiento, pero también ha impactado en la respuesta de la audiencia en cuanto a la percepción de su vida cotidiana.


En lo personal estoy complacido con historias más maduras que me hacen pensar y me dejan una reflexión al final del día. También me agrada tener a la mano personajes que pueden tomar la actitud que a mí me gustaría tener cuando las circunstancias me son adversas, por ejemplo poder decirle al jefe que no estoy de acuerdo con su postura o hacerle saber al despachador de la gasolina que sé muy bien que me está dando litros ordeñados, etc... A veces no lo hago por mantener una "sana" relación social. Porque sólo se puede pasar por la vida haciendo lo que se le pegue la gana a uno sin consecuencias en las historias de ficción o perteneciendo al panteón de figuras políticas mexicanas, pletórica de una pléyade de impunidad.


Al menos eso es lo que me han enseñado en casa. Aunque eso de vivir la vida sin consecuencias es relativo, baste con mirar los noticieros con kilos y kilos de información de tal o cual personaje que ha cometido tales y cuales tropelías y al que no le han podido comprobar nada y por lo tanto sale inocente y airoso.


La nueva realidad que me muestran los medios es una realidad donde se ve bien romper las reglas para ser diferente y sobresalir. Donde no importa que seas heterosexual o gay o lesbiana o lo que sea que te guste mientras seas un buen consumidor, y uno solvente. Al final del día, tu dinero siempre vale lo que vale el dinero.


Si quieres saber qué es una democracia, o lo que es no tener barreras de ninguna índole, baste con mirar tus monedas en el bolsillo y preguntarte por cuántas manos y de quiénes han pasado. Y sabrá el santísimo por cuántas más pasará.

En esta nueva realidad que amalgama lo que en verdad sucede con lo que nos quieren hacer creer, los valores se diluyen o se transforman. Un nuevo valor bien aplicado en la ideología mexicana es aquél de "quien no tranza, no avanza", o cada vez tenemos más gente grosera que le vale madres pasar encima de los demás para obtener lo que quiere, así sea un lugar más adelante en medio del tráfico en el periférico, o un lugar en la fila para pagar alguna cuenta. Podría pensarse que las generaciones anteriores son más propensas a guardar compostura, nada más erróneo: me ha tocado que los ancianos son los más majaderos, taimados e hijos de puta más grandes de todos los que me han tocado, creen que por su decrepitud tienen derecho a ser así. Modo de pensar más pendejo no he visto.

Me he topado con personas cuya vida es una colección de atrocidades y tropelías, cuya educación no va más allá del trato que exigen de los demás hacia ellos, como si el mundo se hubiera creado para estar a su servicio y bajo su comando. Son personajes chocantes y patéticos que al enfrentarse con la realidad de que el mundo no es como ellos creían, optan por justificar su cobardía para enfrentarlo en una vorágine de autodestrucción y lastimera trayectoria. Sin embargo, si logran remontar, se transforman en ejemplos dignos de una sociedad pendeja que ha perdido sus valores y al adorarles, sólo hacen monstruos peores de los que estuvieron a punto de librarse. En fin, bien dicen que cada sociedad tiene los ídolos que se merece.

De igual forma, ahora resulta que aquellos que antaño eran los vaguitos, los marihuanitos de la esquina, los asaltantes del barrio, los ladrones de tapones y espejos retrovisores de los automóviles, ahora son los respetadísimos dirigentes populares y representantes del pueblo ante camarillas de mafias disfrazadas de legisladores, son los que deciden si se otorgan o no los servicios públicos, en el mejor de los casos, cuando no se la pasan cobrando un salario en el gobierno por no hacer absolutamente nada, y con ello me refiero a ni siquiera ir a checar, simplemente ir a cobrar... son partícipes de una nueva especie de nepotismo: la de los cuates del barrio.

Y así pasaqn muchas cosas más que nos dirigen a nuestra verdadera perdición... y eso que ni siquiera he mencionado los desmadres ecológicos que están desestabilizando el clima a nivel mundial.

Vemos reflejada esta realidad en los medios y la aplaudimos, la padecemos y no hacemos nada por remediarla... en medio de este panorama habemos quienes tenemos fe de encontrar una situación mejor y nos atrevemos a iniciar una familia. No sé si por costumbristas o por optimistas. Por ilusos o por visionarios. El hecho es que en cada uno de nosotros está cumplir con el sueño individual y egoísta de ser alguien a costa de los demás o hacer algo para beneficio común. Que a final de cuentas repercutirá en nuestros hijos y en los hijos de sus hijos. Sé que quizá suene como una reflexión trillada, pero el hecho de iniciar el cambio está en nosotros mismos, no necesitamos estar en una situación límite para cambiar. Ese es el peor de nuestros pecados: somos reaccionarios, no previsores.

Que sea pues.

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En las fauces de una fiera llamada vida...

La vida es una vieja gorda que juega damas chinas con la muerte, bebe cocteles exóticos y deja que la muerte le meta la mano debajo del vestido. No es lisonjera ni condescendiente, se burla de nosotros y nos rige bajo las leyes de un tal Murphy.

En fin, ésta pretende ser la crónica del deambular de un ente por los rollos de grasa de la gran vieja gorda. A veces con paseos por sus fauces amén de ser masticados como carne corriosa y deglutidos como un bocado suculento... Con tal de no terminar siendo parte de sus flatulencias musicales...

Sean bienvenidos a este bufete, donde todos compartimos lugar en la mesa, sin que necesariamente estemos sentados a disfrutar de él...

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