miércoles, 17 de septiembre de 2008

Gone with a bomb...

El 15 de septiembre por la noche, se acostumbra que se dé "el grito" que conmemora a aquél que diera inicio al movimiento de independencia de nuestro país (México). En esta última edición (2008) en Morelia, en medio de esta celebración, hubo a quien se le hizo apropiado soltar dos granadas explosivas en medio de un grupo de civiles reunidos en una fiesta pública. Hasta el momento sé de 7 muertos y cerca de 100 heridos. Quizá suene mamón de mi parte, pero este hecho me recuerda mucho a los actos cometidos por los etarras en el viejo continente, o a la atmósfera que se vivía durante los noventas en la europa oriental, por no decir de las peleas religiosas en las Irlandas. Está de cagarse de miedo. En lo que va del año hemos tenido una crisis finaciera gringa que nos pone en jaque, una oleada de secuestros y de violencia que nos ha dejado tan inmunes a su presencia, que a nadie le parece ya extraordinario que aparezcan unos cuantos muertos ajusticiados a diario, o que se realicen tiroteos cerca de las escuelas de nuestros hijos, o que se deje de dar clases porque a los maestros les molesta que se les exija que se certifiquen como educadores, o que de plano se esté chantajeando al pueblo mexicano para aceptar o rechazar una reforma energética mexicana con duros golpes al bolsillo de quien a duras penas puede mantener un automóvil en movimiento. Crisis alimentarias, reality shows de relleno, marchas blancas con velitas, poderosos llorando y suplicando en los medios ante fuerzas más primitivas que les vulneran donde más les duele... y apenas estamos por cerrar el segundo trimestre de este año.

Es deleznable lo que sucede. Realmente es muy triste ver que la misma sociedad lleva consigo misma la semilla de su propia destrucción. Hambre e ignorancia es lo que padece más el pueblo. Hambre física y espiritual. La primera fomenta el avance de la segunda. Estamos cercanos a un cisma social que va a quebrantar aún más la moral mexicana.

Vivimos en un mundo donde el pez grande se come al chico. O bien, donde el pez más corrupto se traga al ingenuo y al inocente. Estamos padeciendo los males heredados por décadas de hacer todo bajo el agua, de esconder la basura bajo la alfombra... una alfombra roída que se ha roto y deja ver cada vez más en la superficie la podredumbre que en otrora cubría.

La falta de educación y de valores nos esta llevando en picada, directito a que nos cargue la chingada. Así, con todas sus letras...

De plano, y como lo dijera Carlos Salinas de Gortari hace algunos años atrás, los demonios andan sueltos. Y regando su cagada sobre todos nosotros, agregaría yo.

Nos estamos acercando cada vez más a una sociedad de primer mundo:
  • ya tuvimos asesinos seriales en los albores de esta década (la tristemente célebre mata-viejitas, el mata-gays y el ahora olvidado caso del caníbal de la guerrero)
  • tuvimos o tenemos (actualmente ignoro qué progreso hubo al respecto) un cuerpo de vigilantes en pleno centro histórico
  • ahora padecemos de ataques terroristas en medio de celebraciones oficiales repletas de civiles
  • tenemos guerras entre mafias que dejan día con día muertos regados por todo el territorio nacional
  • nuestras mafias y criminales ya tienen categoría de tríadas o de yakuzas o de mafias italianas o rusas (sólo hay que mirar al "Hard Boiled" mexicano: El Pantera para darnos cuenta del triste reflejo que son los medios de nuestra absurda realidad)

Mucho de esto es originado por un escenario donde ya no basta con tener una educación formal y continua hasta terminar una carrera profesional, porque las oportunidades son prácticamente nulas. Lamentablemente, los profesionistas con maestría y posgrado en el extranjero que se dedican al transporte público o a atender algún negocio informal son los menos, y digo lamentablemente, porque la mayoría son un grupo selecto de comerciantes amafiados, que apenas saben mal sumar y trazar garabatos para llevar cuentas de sus mercancías, de sus ajustes y de los plantones con el partido demagogo en turno para seguir invadiendo la vía pública como un cárcinoma vial y urbano. De menos los profesionistas pueden agregarle fresés a sus oficios y tratar a sus clientes y a sus semejantes con un poco más de respeto.


Somos una sociedad apapachadora... muy consecuente con los menesterosos que nos extienden la mano o nos extorsionan en la calle diciéndonos que acaban de salir de la cárcel y que prefieren pedir para no delinquir y al final seguimos soltándoles lana para no incomodar a los muchachitos; muy consecuente con el peladito que a huevo se monta en el cofre de tu automóvil para embarrarte de mierda y media tu parabrisas en pos de dejártelo limpiesito; una sociedad muy dada a poner la otra mejilla si nos están poniendo una madriza, como lo han hecho en los últimos años. Somos una sociedad (mexicana) muy dada a participar de la misma tranza que nos hunde en conjunto, nos sentimos héroes cuando logramos burlar al sistema, cuando pagamos menos o de plano no pagamos por los servicios recibidos. Somos muy machos... sin embargo no estamos acostumbrados a defender nuestros derechos... nos dejamos pisotear por un aparato burocrático que nos ahoga en trámites y en papeles... y eso porque ahora se supone que hay menos coyotes. Somos los derrotados históricos que siempre han pintado los libros de texto, quizá por eso me cagaba la clase de historia, México siempre ha sido el pendejito de los demás países.


Confiamos en los demagogos que nos "regalan" chingaderas (pagadas con nuestros propios impuestos, ¡a huevo!) para mantenernos a gusto. Nos gusta el placer automático de extender la mano y recibir de la figura paterna las dádivas pendejas de las que estamos muy necesitados. Ilusos... nos gusta recibir basura que pagamos en dólares.


Quizá amable lector, usted piense que todo esto no tiene nada qué ver con los pasados atentados de Morelia... yo creo que tiene que ver y mucho. En resumen hemos perdido valores y civilidad, la cual considero que es una condición importante para habitar en sociedad, en comunidades, pueblos y demás. No estamos educados ni formal ni informalmente para convivir con nuestros congéneres. Una cosa es que, como su servidor, se practique la misantropía por elección propia, y otra muy distinta pisotear a los demás en pos de nuestro beneficio inmediato.


Mientras nos enorgullezcamos de haberle ganado el lugar en la fila al wey que se descuidó, mientras nos sea más cómodo hacernos como el tío Lolo al momento de hacer algo en beneficio de la comunidad, o sinplemente antepongamos nuestro mero beneficio al de toda nuestra comunidad, estaremos siendo semillero de más actos bárbaros en nuestra nación.


Con esto no quiero decir que todos tenemos la culpa y que por ello vamos a morir en las llamas del infierno creado por nuestros pecados ni mucho menos... ya cada quien sabrá qué parte de infierno le tocará cuando en verdad le toque ser víctima de la tranza de alguien más.


Por el momento, creo que es tiempo de hacer una autoevaluación de nuestros actos y tomar a consideración el alcance de los mismos en nuestro entorno. Ser honestos y resarcir nuestras fallas morales, civiles o del tenor que sean. Creo firmemente que la mejoría está en nosotros mismos, como decía alguna frasesilla cursi que leí en algún cartelito de tianguis: "Si quieres cambiar tu entorno, comienza por cambiar tú mismo".


Chale, cerré este post como si fuera una clase de catecismo, no era la idea, pero en fin.


Abur.

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En las fauces de una fiera llamada vida...

La vida es una vieja gorda que juega damas chinas con la muerte, bebe cocteles exóticos y deja que la muerte le meta la mano debajo del vestido. No es lisonjera ni condescendiente, se burla de nosotros y nos rige bajo las leyes de un tal Murphy.

En fin, ésta pretende ser la crónica del deambular de un ente por los rollos de grasa de la gran vieja gorda. A veces con paseos por sus fauces amén de ser masticados como carne corriosa y deglutidos como un bocado suculento... Con tal de no terminar siendo parte de sus flatulencias musicales...

Sean bienvenidos a este bufete, donde todos compartimos lugar en la mesa, sin que necesariamente estemos sentados a disfrutar de él...

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