Tal parece que después de muchicientos años, el canon impuesto por William Shakespeare en su obra de teatro Romeo y Julieta sigue vigente hasta la actualidad. Ese amor desenfrenado y juvenil que nos lleva a arriesgar hasta la vida en el imposible proceso de conseguirlo.
Seamos francos, a ninguno de nosotros nos parece muy atractiva la idea de una historia de amor plenamente realizado y consumado. Y baste con checar cualquier novela o película rosa que se nos ponga enfrente: tenemos a dos personajes con una situación establecida, los cuales se conocen y, ya sea por flechazo o por un proceso progresivo, se enamoran y se dan cuenta que andar de la manita no les va a ser tan fácil como parece, dado que varios factores ominosos se interpondrán entre ellos para evitar así que consumen su sublime relación.
Sea cual sea la situación, es muy bien sabido y más que comprobado que la desgracia y el desasosiego, el sufrimiento y la insatisfacción venden y son más rentables que la felicidad y el amor alcanzado. Quizá sea por eso que la mayoría de estas historias, cuando llegan a tener un final feliz, terminan precisamente cuando se ha alcanzado esa meta.Quizá Romeo y Julieta hubiera perdido la magia de ser "la historia de amor" si nos hubiéramos enterado que todo fue un ardid del cura, y que tras los cortejos fúnebres, en el cobijo de la noche y la penumbra, fue a despertar a los amantes y les dio lo necesario para que hicieran realidad su amor con otras identidades y en otro lugar. Quizá no hubiera habido mayor interés en saber que con el paso del tiempo, se llenaron de hijitos y que Julieta se puso gorda y que Romeo se partía la espalda 16 horas diarias en el campo para darle de comer a su pequeña tropa y a su mujercita. Peor aún, saber que en un intento por salir de la rutina, Romeo se mete con una meretriz que le contagia la sífilis y el pobre termina sus días loco y maldiciendo el día en que conoció a la coautora de sus desgracias: la grácil y etérea Julieta. Mientras a ella no le va tan bien, pues al dejar de percibir los ingresos pingües de su marido, se obliga a meter a algunos de sus hijos a trabajar y en el proceso, un par de ellos mueren por cansancio y desnutrición, mientras que a una de las hijas la embaraza uno de los patrones o de los acreedores, quien no acepta reconocer al producto y todavía encima de ello, les desahucia por no tener capacidad de pago. Julieta termina, desesperada huyendo por la noche con sus hijos aún vivos y abandona a Romeo en el hospital para que termine sus días ahí solo. Posteriormente va en busca de su padre para pedirle un poco de apoyo y descubre que su padre la desconoce y la manda a castigar por manchar el recuerdo de su hija muerta. Los pocos nietos que le sobreviven crecen con rencor y urden un plan para matar al abuelo desalmado y tomar lo que les corresponde por derecho. En el proceso, Julieta muere bajo las ruedas de una carreta desbocada, mientras huye de algunos comerciantes que la descubrieron robando viandas para ella y sus hijos. Tan-tán, fin de la historia de amor más grande de todos los tiempos. Bienvenida la nueva historia de Juan Osorio para producirla en el Carnal de las Estrellas, o de menos de Jiménez Pons para pasarla en la tarde en lugar de las (tele)novelitas repetidas de relleno que programan en TV Azquea para los que vamos a comer a las fondas o los que hacemos cola en el banco o en el seguro social nos percatemos que la espera es mucho más infame de lo que ya es.
Nadie nos ha dicho qué pasa después del "... y vivieron felices y comieron perdices", para empezar... ¿alguna vez han visto el tamaño de una perdiz? ¡Son mínimas y raquíticas! Por otro lado, se supone que las que protagonizan las historias de amor son princesas buenas para nada que se la pasan nomás acostadas o echadas o sufriendo o encerradas... a ver... por ejemplo la bella durmiente, si se pasó muchos años en esa condición.... ¡por favor! no me van a decir que no se le atrofiaron los músculos y los ligamentos de las articulaciones, de menos la ropa se le hubiera pegado al cuerpo por acción de los fluidos corporales, la piel se le hubiera hecho de pergamino y hasta llagas en la espalda hubiera tenido por estar tanto tiempo acostada en una sola posición... sin mencionar el alto grado de anemia que se ha de cargar la ruca... ¿se imaginan tener que besar a un adefesio de tal magnitud? ¡que no mamen por favor! Está bien que la realeza europea no es que digamos un dechado de belleza (si no me creen échenle una miradita a la revista "¡Hola!" de España para ver tamaños monstruitos), pero que de menos tengan un poquitito de madre.
Yo creo que por eso la historia de amor más repetida y alabada es la de la Cenicienta, como no comienza de princesa, sino que es toda una mucama, al menos si no le va bien con el cojonudo del príncipe, lo puede mandar derechito y sin escalas a chiflar en la loma y dedicarse a salir adelante con sus talentos, y cuando éstos se le terminen, ponerse a trabajar. Un ejemplo de esto es la doblemente expuesta historia de "Simplemente María", que si mal no recuerdo es un sablazo directo de las historietas que escribiera la Sra. Yolanda Vargas Dulché para la colección Lágrimas y Risas por allá de la segunda mitad del siglo XX.
Y tal parece que la preferencia por las historias de amor mal logradas es universal, como si viniera cosida cual sombra de Peter Pan a la condición humana. Hace muchos ayeres, recuerdo haber visto una caricatura japonesa (creo que era un capítulo del Comando G, Batalla de los Planetas o como sea que los hayan conocido en su país) donde la trama versaba sobre la historia de amor de unos modernos y hippiosos Romeo y Julieta, ambos hijos de dos reinos en pugna, y del interés del villano regular de la serie por mantenerlos separados. A final de cuentas, y luego de destruir una flota de monstruosos robots, los amantes huyen en un jet supersónico y se colocan en sus asientos un poco más tranquilos... y cual va siendo su sorpresa que son sujetados por unas bandas mecánicas que los aprisionan dentro de un robot-cilindro que después se transforma en un pequeño misil y sale disparado para hacer explosión con ellos adentro. ¡Pa' la madre! ¡Cuánta violencia en una caricatura infantil! Al final de la caricatura salía un robot gilipollas que hacía una reflexión patética sobre el romance Montesco-Capuleto espacial.
Las historias de amor que no logra cuajar son muy socorridas, pero tanto se ha abusado de ellas que casi puedo enunciar su fórmula:
Chico A conoce a Chica B, se enamoran pero sus circunstancias particulares no les permiten estar juntos. Luego de librar algunos cuantos problemas lo logran, pero siempre uno de ellos olvida mencionar una parte oscura de su pasado que finalmente termina separándolos.
Honestamente, yo sé que la vida no es tal y como la hubiésemos soñado en algún momento. También sé que a la mayoría de nosotros nos ha pasado que hemos conocido a alguien muy especial y que las circunstancias, el destino, la ira de los dioses, o (siendo más honestos) nuestros propios pendejismos (temores, inseguridades, inexperiencias y una larga lista de etcéteras) nos han dejado con las meras ganas de haber logrado algo con esa persona. Los productores, escritores y en general la gente encargada de los medios también lo sabe y se preguntan… ¿qué habrá más en el mundo: personas felices o personas insatisfechas con su vida? Y luego miran al cielo y se cuestionan: ¿ cuántos de ellos pagarían por ver un atisbo de ligera esperanza que los identifique y los haga sentirse únicos en la vida? Ok…. Creo que ya nos vamos entendiendo…
Dos de los capítulos que más recuerdo, con un poco de congoja en el pecho, de la serie “Años maravillosos” (the Wonder Years) son: aquél donde Kevin y su familia se van de vacaciones y el chavillo conoce a una chica que le bautiza como “ojos bonitos”, viven un intenso romance de verano y al despedirse se juran un amor eterno e indeleble. Tan indeleble como escribir una promesa en la arena. Y el capítulo termina con las fotos instantáneas de ellos dos amarilleándose en un rincón, con la voz en off rematando la historia con un “y jamás volví a saber de ella”. El otro capítulo que recuerdo fue precisamente el final, donde el narrador nos hace saber que a pesar de todo lo que pasaron Winnie Cooper y Kevin durante toda su adolescencia no terminaron juntos. ¡qué chasco! Y sin embargo, de eso se trata la vida, de encuentros y desencuentros. Y cómo cada uno de ellos nos va marcando y nos va preparando para la siguiente persona que venga en turno…
Yo creo que cada uno de nosotros ha disfrutado y sufrido de nuestras respectivas personas en turno… algunas son más intensas que otras, otras más decepcionantes, otras más intensas… en fin, todas y cada una de ellas son parte fundamental del corazón que le entregamos a la persona en turno actualmente… Con detalles y mañas, con golpes y abolladuras… pero siempre dispuesto a creer que esta vez es la definitiva, la verdadera, la correcta… aquella mitad de nuestra naranja para la cual estuvimos preparados genéticamente desde el cielo…
Algunos quizá ya la hemos encontrado y disfrutamos mucho de ello… otros quizá la estén buscando aún, pero lo cierto es que al mirar hacia el reflejo de nuestra sociedad en los medios, nos encontramos que las historias tristes de amor son las más aceptadas… aquéllas donde alguno se sacrifica con la esperanza de otorgar bienestar al ser amado, aquéllas historias donde se rompe un corazón para no destrozar una vida, aquéllas historias donde las segundas partes son tan difíciles como las primeras… no siempre se puede pensar en una segunda o tercera parte con cariño… quizá porque no somos expertos argumentistas y vamos desgastando a los personajes hasta dejarlos secos de sentimientos y hartos de tanto cliché…
En lo particular, mis historias de amor preferidas son aquellas donde el sentimiento trasciende a las personas. Donde hay tanta pasión en un beso o en un encuentro sexual como en un evento cotidiano… y miren que creo que no hay mayor elemento que desgaste al amor que la cotidianeidad y la rutina. Tal y como lo conversaba con una amiga, a final de cuentas un amor sencillo donde sólo se dé y se reciba es lo que se busca para ser feliz en la vida (pero no todo es tan sencillo, hay que saber darle variedad al menú para que no busquemos cambiar de restaurante).
Lamentablemente, estamos más inclinados a la sordidez: nos gusta saber de los amores imposibles que van destruyendo poco a poco a los amantes hasta dejarlos irreconocibles de cómo eran al principio… algunos no sólo nos ha bastado con leerlos o verlos en el cine o la tele, algunos quizá los protagonizamos, los testificamos en las cicatrices de nuestra propia alma o los escondemos en los más oscuros rincones de nuestros recuerdos… o de nuestro olvido.
Sólo baste con escuchar con atención alguna de las rolas que se programan con tanta sensibilidad en cualquier unidad de transporte público, temas tales como engaños, adulterios, triángulos amorosos, crímenes pasionales, abandonos, insatisfacciones, sueños y promesas no cumplidos, pérdidas, reencuentros, y mucho más encontramos en las letras de esas canciones que tan alegremente tararea el grueso de la población (disponibles en su tianguis favorito o en su estación de radio estilo la Zeta).
Algunas de estas conductas se deben a las carencias personales de los participantes de una ópera amatoria: el temor al compromiso, la obsesión hacia el otro, el vacío interno, la eterna insatisfacción, la baja autoestima, la inseguridad, los celos, la ira, la curiosidad, la cobardía, el atrevimiento, la estulticia emocional, la confusión, las taras, las psicopatías, parafilias, y demás ingredientes.
Hay películas que nos relatan amores imposibles como “Chasing Amy” o “Los amantes del puente nuevo”; otras más que nos hablan de amores extraños (“Crash: Extraños placeres”, “De amor y restos humanos”); de amores inducidos por la manipulación de los sentidos, como en el casi de “El Perfume”, de amores perdidos y encontrados como en el díptico “Un hombre y una mujer” y “Un hombre y una mujer 20 años después”, amores fantásticos y sobrenaturales (Ghost, la sombra del amor; Sexto sentido); amores y romances rosas que desafían las posibilidades (Serendipity, Sliding Doors); y amores en apariencia planos, pero que encierran el enfrentamiento y la conjunción de dos mundos (Mi gran boda griega)…
A final de cuentas, nadie quiere estar solo en el mundo realmente. Todos tenemos la capacidad de dar y recibir amor, en la medida en la cual la vida misma y la forma en la cual canalizamos nuestras experiencias nos lo permiten.
Simple o tormentosa, dulce o intensa, quizá la historia de amor que más nos debería de gustar es la que protagonicemos nosotros mismos: aquella que supere todas nuestras circunstancias, buenas o malas; la que nos marque para siempre y que al recordarla nos haga sonreír y disfrutar más esta vida que hemos elegido.
De alguna manera no creo que sea arbitrario el hecho de que nos interesen las historias de amor de tal o cual naturaleza, dado que (visto desde un frío punto de vista) el amor nos hace fijarnos en la existencia del otro y funciona como un mecanismo de supervivencia evolutiva y de permanencia en el planeta. Va mucho más allá del mero instinto de reproducirnos como especie, pero no deja ser un elemento base para ello.
En lo personal, vivo a diario mi propia historia de amor, aquella en la que agradezco a diario por al amor dado y recibido, aquella en la que planeo el día con día y aquella con la que afronto el caos inesperado que es esta experiencia de vivir. Vivo mi historia de amor retroalimentándome con mi esposa y con mi hijo. Sintiéndome parte de algo… quizá pequeño pero algo nuestro (de mi esposa y mío) al fin: nuestra familia. Es una historia con altibajos y problemas, muchos de los cuales auténticamente se arreglan con ofrecer una disculpa y mencionar un “te amo”. Nunca dejamos de apoyarnos, aunque se trate de la más grande barrabasada que se nos haya ocurrido, siempre estamos al pendiente de nosotros mismos y anteponemos nuestro mutuo bienestar a cualquier otro interés ajeno. Todos los días disfrutamos el hecho de estar juntos y permanecer así… ¿qué les puedo decir? Es una historia muy divertida, con mucho aprendizaje… Dudo que se trate de una codependencia, o de una simbiosis, más bien creo que es una relación interdependiente y correspondiente… cada día se refuerzan los motivos por los cuales estamos casados y por los cuales esta historia nuestra de amor continúa…
Pero dudo mucho que una historia así sea de su interés…
¿Y a tí te gustan las historias de amor?
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